Santuario de Atotonilco: arte, misticismo y patria
El Santuario de Atotonilco, llamado Santuario de Jesús Nazareno, es uno de los centros religiosos más significativos en la historia del catolicismo en México y América. Además, también tiene un lugar especial en la historia nacional, y es uno de los sitios más interesantes dentro del municipio de San Miguel de Allende. Por todo esto, fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2008; y en esta oportunidad, Hotel Real de Minas San Miguel de Allende te cuenta por qué el Santuario de Atotonilco es tan importante.

Sobre el Santuario de Jesús Nazareno en Atotonilco, Guanajuato
El Santuario de Jesús Nazareno se erigió entre 1740 y 1780, fue una obra concebida además de guiada por el Padre Luis Felipe Alfaro de Neri. Este templo magnífico se encuentra en Atotonilco, en el estado mexicano de Guanajuato, a las afueras de San Miguel de Allende, rumbo a Dolores Hidalgo. El nombre “Atotonilco” significa “en el lugar del agua caliente”, y a pesar de ser una humilde comunidad agrícola, por su ubicación e historia se trata de un lugar clave en la historia nacional de México.
El Santuario de Atotonilco es un templo barroco del siglo XVIII, dedicado a la figura de Jesús Nazareno. La leyenda del este templo y casa de ejercicios espirituales empezó cuando Luis Felipe Alfaro de Neri se acostó debajo de un mezquite, a su vuelta de una campaña de predicación en Dolores Hidalgo a San Miguel de Allende, y tuvo un sueño visionario: Jesucristo se le apareció, coronado de espinas y con la pesada cruz al hombro, para manifestar que su voluntad era que ese paraje fuera sitio de penitencia y oración, por lo que al efecto lo mandó levantar allí un templo. Así, a la edad de 31 años, el padre Alfaro dio comienzo al proyecto más notorio de su vida dedicada a la fe: la creación de una Nueva Jerusalén, o Jerusalén indiana, en una geografía semi-desértica que recordaba a la santa ciudad original en el Viejo Mundo, y en la que la Palabra del Señor florecería incorruptible.

De tal modo, el Santuario de Atotonilco es uno de los proyectos evangelizadores más ambiciosos y destacado del barroco novohispano, en el marco de la Contrarreforma. Una faceta muy importante de este templo es su papel como casa de Ejercicios Espirituales, según la tradición inaugurada por San Ignacio de Loyola en el siglo XVI. El Santuario de Atotonilco también es mundialmente conocido por haber sido participe en la historia de la Independencia de México, cuando el Cura Miguel Hidalgo tomó un estandarte con la imagen de la Virgen de Guadalupe como bandera del ejército insurgente.
¿Quién fue el padre Luis Felipe Alfaro de Neri?
Luis Felipe Neri de Alfaro fue un teólogo y místico novohispano. Nacido en la Ciudad de México en 1709, en el seno de una familia acomodada y devota, fue bautizado en el Sagrario de la Catedral Metropolitana; encomendado su espíritu a San Luis Rey y San Felipe Neri, este último fundador de la orden del Oratorio, quien resultaría su padre espiritual e intelectual.
En 1729 se tituló en teología por la Real y Pontifica Universidad de México, mismo año en el que emigró a la que entonces era conocida como Villa Protectora de San Miguel El Grande, para ingresar a la Congregación del Oratorio. Para 1730 era comisario del Santo Oficio en la villa, y en 1733 se ordenó como sacerdote, después de pasar las pruebas privadas y públicas a la que lo sometieron los filipenses, además de nutrir su espiritualidad con los textos de la escuela ascética española: Santa Teresa de Ávila, San Juan de la Cruz, el mismo San Ignacio de Loyola y San Juan de Ávila.
En 1740, Luis Felipe Neri de Alfaro emprendió la mayor obra de su vida: el Santuario de Atotonilco, para lo que empeñó todos sus bienes y se separó de la Congregación del Oratorio. Neri de Alfaro siguió a cargo del Santuario hasta su muerte, el Viernes Santo de 1776. Su cuerpo descansa dentro del muro derecho del presbiterio del Santuario.

Arquitectura y arte del Santuario de Atotonilco
El Santuario de Atotonilco es apodado “La Capilla Sixtina del Nuevo Mundo”, sin embargo, su propósito y función difieren del famoso recinto en el Vaticano. Debido a su concepto como núcleo del desenvolvimiento de la Contrarreforma y la Conquista espiritual en el Bajío mexicano, la construcción en Atotonilco es magnánima pero sobria, con un perfil particular que en algo recuerda a una fortaleza amurallada.
Su arquitectura parte de una nave principal, sin cúpula pero con torre de campanario, y sacristía. En sucesivas etapas de construcción se anexaron a la estructura principal siete capillas, siendo las más famosas la del Santo Sepulcro y del Calvario; además de que se conservan la capilla de Belén, dedicada a la Natividad; la capilla del Cenáculo, que pertenece a la Virgen de la Soledad; de la patrona de San Miguel de Allende, la Virgen de Loreto; así como la del Rosario y de la Purísima. De esta manera, el Santuario de Atotonilco se considera un ejemplo paradigmático de la arquitectura barroca mexicana.
Por el exterior, la humilde entrada se distingue por un arco mixtilíneo, vestigio de la impronta mudéjar en la arquitectura de ascendencia castellana. Las ventanas abocinadas, de corte cruciforme, son un detalle distintivo que da identidad a los vastos muros blancos, hoy día libres de ornato. También es de llamar la atención que la fachada se extiende hacia el norte, volumen de las capillas del santo Sepulcro y del Calvario, con la saliente de plata semicircular del crucero, mientras en lo alto destaca la gran cúpula que gana altura gracias a su tambor ochavado con ventanas corales también mixtilíneas. Finalmente, es notable el juego entre la balaustrada del atrio y los pináculos en el remate de la fachada, detalles que componen una armonía simple pero atractiva.

En el interior del Santuario y sus capillas hay una profusión de pintura principalmente mural que decora todo cubriendo las bóvedas, las cúpulas, las linternillas y los muros casi hasta el suelo, en forma tal que apenas es posible encontrar una superficie sin decorar; si se encuentra es seguramente producto del deterioro. Además de la capilla del Calvario, tiene el Santuario seis más: la del Santo Sepulcro, la de Loreto, la del Santo Cenáculo y la de la Purísima, que se abren al norte mientras que la de Belén y la del Rosario se abren al sur. Los frescos que se pueden apreciar por todo el espacio interior del Santuario fueron pintados por Miguel Antonio Martínez de Pocasangre: pintor queretano y mulato, uno de los exponentes más destacados del barroco mexicano, y del que tenemos poca información documental en el presente. Así mismo, los sonetos evangelizadores que complementan el discurso artístico del Santuario de Atotonilco fueron escritos por el padre Luis Felipe Alfaro de Neri mismo.

El Santuario de Atotonilco en la Independencia Mexicana
Resulta curioso el hecho de que Ignacio Allende contrajo nupcias en el Santuario de Atotonilco en 1802, pocos años antes de la revuelta de Independencia y su papel como generalísimo en la refriega. Sin embargo, este templo religioso y centro espiritual fue escenario de uno de los hechos más memorables de la Independencia Mexicana, en su estallido: las tropas reunidas por el cura Miguel Hidalgo se detuvieron en el Santuario el 16 de septiembre de 1810, con el objeto de incorporar en sus filas los incontables voluntarios que esperaban ansiosos a la vera del camino. El padre de la patria aprovechó la oportunidad para saludar a su amigo el capellán del templo, D. Remigio González; y fue en este momento cuando a la vista de un cuadro o pintura de la Santísima Virgen de Guadalupe, el cura Hidalgo tuvo una revelación. Tomó el cuadro, lo sujetó a un palo a modo de asta y en medio de gritos y aplausos fue enarbolado por la multitud a modo de bandera. Desde ese momento, durante once años, a lo largo y ancho de la nación, fue el estandarte bajo el cual pelearon los libertadores, y más aún, a través de los tiempos, será símbolo de identidad de México y de los mexicanos.